Clinophilie

Annie Ernaux parle d’un mendiant au pied de son immeuble, qu’elle a connu il y a un certain nombre d’années debout, et plus tard assis.

Elle ne dit pas ce qu’il est devenu ensuite mais on le devine : aujourd’hui de plus en plus de mendiants sont couchés, faisant revenir en moi le vers de Baudelaire :

Résigne-toi, mon cœur, dors ton sommeil de brute.

J’ai appris il y a une semaine le mot clinophilie  qui ne figure ni dans mon petit Robert des années 80 ni dans le CNRTL en ligne. Mais ce terme de psychiatrie commence à passer dans le langage courant car on le trouve dans le Wiktionnaire :

La clinophilie est le fait de rester au lit, la journée, allongé, pendant des heures, tout en étant éveillé. C’est un des premiers symptômes de la dépression, ou de la schizophrénie. Les clinophiles ressentent généralement un sentiment d’isolement et de tristesse refoulée.

L’air du temps est à la clinophilie, psychique ou sociale, c’est selon. C’est la forme que prend le goût du néant quand la colère nous quitte.

Il existe aussi une clinophilie littéraire, oblomovienne, dont je ferai peut-être état un jour. Claudio Ferrandiz m’en donne ci-dessous un avant-goût en commentaire, avec l’exemple extraordinaire du romancier uruguayen Juan Carlos Onetti qui passa les 12 dernières années de sa vie au lit (il y reçut le prix Cervantes), affirmant que c’était là qu’avait lieu “tout ce qui est important”.  De son côté, sa femme parlait plutôt de “paresse”.

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Une réponse à Clinophilie

  1. Claudio F. dit :

    Juan Carlos Onetti (1909-1994), le grand écrivain uruguayen, Prix Cervantes 1980, passa les douze dernières années de sa vie sans sortir de son appartement de Madrid (Avenida de América). Il recevait néanmoins la visite de lecteurs et de journalistes, tout en restant dans son lit dans son lit où il lisait, fumait et buvait du whisky.

    Agencia EFE, 16/07/2018
    Onetti vivió en la cama por simple “pereza”, asegura su viuda

    El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994) vivió los últimos años de su vida en la cama porque, decía públicamente, allí era donde pasaba “todo lo importante”, pero en realidad, según su viuda, la violinista Dorotea Muhr, era por simple “pereza”.

    Muhr, conocida como Dolly Onetti, ha repasado algunos de los aspectos de su vida con el que está considerado como el inventor de la novela latinoamericana moderna durante su participación en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense.

    “Juan dormía, comía, leía y hacía el amor todo en la cama, porque consideraba que era donde pasaba todo lo importante, pero en realidad era pereza”, explicaba la violinista, que vivió con su marido desde 1974 en España.

    Dolly Onetti, a la que Mario Vargas Llosa -autor de “El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti- ha descrito como “compañera, secretaria y ángel de la guarda”, fue la cuarta “y definitiva” esposa del uruguayo.

    El autor de “Juntacadáveres” se casó por primera vez con su prima María Amalia Onetti, madre de su hijo Jorge; a los tres años se separó y se casó con la hermana de la anterior, María Julia, y en 1945 se casó con Elizabeth Maria Pekelharing, compañera suya en Reuters.

    Onetti se exilió en España en 1974, huyendo de la dictadura uruguaya y tras pasar tres meses encarcelado, acusado de haber sido jurado del premio literario “Marcha”, que ganó un cuento tachado de “pornográfico” por las autoridades.

    Dolly Onetti y el uruguayo estuvieron juntos casi cuarenta años, en medio de los cuales él escribía columnas para EFE gracias a las que, recordaba su viuda, podían vivir porque les pagaban en dólares.

    El matrimonio Onetti vivía feliz porque, sostiene Dolly, se complementaban “como hacen los buenos matrimonios”, a pesar de que el padre de ella tuvo serias reticencias a dicho enlace.

    “Yo cuidaba a Juan aunque él intentó convencer a mis padres de que él me cuidaba a mi para que nos dejaran estar juntos”, explica Dolly Onetti, que asumió todas las tareas y responsabilidades, “desde pasar los artículos y libros a máquina a firmar los contratos de las viviendas”.

    Sobre los tres meses que pasó en la cárcel en Uruguay recordaba que aquel fue “un momento delicado” en la historia del país latinoamericano.

    Fue ella quien lo sacó de allí y lo metió en un psiquiátrico vendiendo todo lo que tenían para poder pagarlo; “cuando salió de la cárcel, Uruguay era una dictadura”.

    El escritor no esperaba que le dieran el premio Cervantes -en 1980- “porque era muy supersticioso, así que se quedó en la cama; pero al final llamaron a la puerta”.

    Cuando preguntaron a Onetti que qué significaba el Cervantes para él, dijo que “diez millones de pesetas”.

    Durante su participación en los Cursos de El Escorial, Dolly Onetti presentó algunas cartas que ella había enviado a su madre sobre el escritor, en las que describía cómo Onetti sufría por “matar a los personajes de sus libros” y otros momentos cotidianos de la pareja.

    Ella, aunque vio su vida dedicada a él, también era violinista, algo que, según ha relatado, “era la cruz de Juan, pero yo lo entendía porque es horrible vivir con un violinista”, señala, a pesar de que la música era su gran vocación.

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